A mediados de agosto la provincia de Jujuy vive una de las celebraciones religiosas más importantes del año. La veneración a la Virgen de Urkupiña trasciende fronteras y genera una devoción imposible de describir pero que año tras año reúnes a cientos de miles de fieles y con el correr del tiempo va ganando más fieles.
Ha muchas versiones sobre la historia de «Mamita» como le dicen a la Virgen pero una de las que más se cuenta es la de una joven pastora. La menor de tres hermanos que vivían con sus padres era la encargada de cuidar el rebaño de ovejas en las colinas de la comarca boliviana. Las apariciones se hicieron tan frecuentes que la joven perdía la noción del tiempo en cada encuentro, algo que terminó llamando la atención de sus padres.
Cuando los padres fueron a confrontar a la pastora por la pérdida de tiempo que implicaba cada encuentro con la Virgen, nunca se esperaron la historia que la joven les contaría. Incrédulos por lo que habían escuchado, decidieron ir hasta el lugar y constatar la veracidad de lo que les había contado la pastora y sin querer, fueron testigos de un gran momento espiritual.
La familia de ovejeros fueron privilegiados al ver cómo la Virgen, que bajaba a hablar todas las tardes con su joven amiga pastora, ascendía a los cielos. Mientras miraban con asombro como la figura se elevaba, la joven gritó en quechua «Jaqaypiña urqupiña, urqupiña», es decir, «ya está en el cerro».
De esta manera nació el nombre de la Virgen y así fue como se construyó en Quillacollo la capilla, lugar que recibe miles y miles de fieles que vienen incluso desde España.
En Jujuy la devoción por la Virgen de Urkupiña no es un hecho menor sino todo lo contrario, es un día de celebración y de devoción absoluta hacia la «Señora».
Teniendo en cuenta el contexto sanitario por el que se atraviesa, no se sabe qué pasará con la festividad. Si bien no hay novedades sobre esto, los fieles a se preparan para este gran día.