Por Florencia Gómez
El frío les estremece la piel, los hace temblar. Ambos caminan de la mano por la calle vacía, bajo la oscura noche que los cobija. Llegan al puente, él saca del bolsillo de su sobretodo un candado que tiene marcada las iniciales D y F. Se miran, ríen cómplices. Con la noche como testigo, encadenan su amor a la baranda del puente Xibi Xibi, confiando que dure para siempre. Mirándose a los ojos, se prometen una vida juntos. Luego, se pierden bajo la espesa noche, abrazados. Son ellos y su amor, contra el mundo.
¡Ay el amor! Ese sentimiento tan real e intenso, tan bonito y tan dañino. Las callecitas de Jujuy esconden en cada uno de sus rincones un sinfín de historias y tradiciones. Como la de los candados de amor en el Xibi Xibi. Ya sé, no es una tradición propia de la provincia, pero que los jujeños la hayan traído desde París, no la hace menos creíble. De hecho, esta historia comenzó en Serbia con un soldado y una maestra como protagonistas.
Nada y Rejla (si, la maestra se llamaba Nada) se enamoraron en el pueblo de Vrnjačka Banja y solían encontrarse en el puente Ljubavi. El destino obligó a Rejla a partir hacia la Primera Guerra Mundial, lo que significaría el fin de la historia de amor entre ellos. Allí, el soldado se enamoró de otra mujer y decidió romper su compromiso con la maestra, que lo esperaba de vuelta. Dicen que el dolor fue tal, que Nada nunca pudo reponerse y murió de tristeza. Su muerte inspiró a las mujeres de los soldados y comenzaron a acercarse al puente en donde Nada y Rejla solían encontrarse y con candados en las manos, buscaban sellar su amor enganchándolos al puente.
Esta tradición estalló en el 2000 y París fue una de las primeras en copiar este romántica idea, luego siguió New York y así llegó hasta Jujuy. ¿Cómo nos enteramos de los candados de amor en el Xibi Xibi? Pues, tenemos que agradecerles a los obstinados, los incrédulos, los criticones, porque gracias a ellos y a sus “¡que flashean París!” supimos que los jujeños habían hecho propia una tradición tan antigua. Es de valientes aferrarse al amor en tiempos como el que atravesamos, de creer que lo que sentimos por la persona que elegimos es para siempre.
Los candados de amor están en el Xibi Xibi, las parejas decidieron sumarse a esta tradición y como viajar a París no es una opción para muchos, decidieron traer el amor hasta Jujuy. Bien por ellos. Cada candado colgado de la baranda del puente esconde una historia. Dos personas que se aman y quieren una vida juntos, se aferran a que esa práctica que nació en Serbia tras un desamor, fortalecerá el vínculo entre ellos y se mantendrán juntos, para siempre.
Cada uno tiene derecho a creer en lo que quiera. Cada cual se aferra a lo que quiere y puede. Amar en tiempos como los que vivimos es muy difícil para mucha gente. El prejuicio, las miradas discriminatorias todavía persisten (increíble, ¿no?). La sociedad se esfuerza por cambiar, para aceptar el amor en todas sus formas. La discriminación ha matado a mucha gente. Por eso celebro cada acto de amor, cada muestra de cariño, todo vale. Todo lo que sea sano y recíproco vale y merece la pena el riesgo. Las parejas jujeñas que eligieron el Xibi Xibi como cómplice de su historia, deseo que sea para siempre, para los que pusieron su candado como muestra de esperanza para mantener intacto el cariño, que sea eterno.
Me gusta, de hecho me encanta que la gente de mi provincia haga estas cosas. El puente Necochea, sobre el río Xibi Xibi ahora es nuestro puente del amor. Es nuestro París, nuestro New York. Una acción que poco a poco se convierte en tradición que le da esperanza a nuestros jujeños. Que les permite creer ¿y quienes somos nosotros para criticarlos? Imitemos a todas las parejas que se animan a creer que el amor es para siempre. Que las críticas no te impidan sentir, que no te impidan hacer lo que quieres, porque a fin de cuentas y aunque suene trillado, el amor nos salvará. Animate, sentí, cree, crecé, amá.