Hace unos días atrás Seguime Jujuy decidió contar algunas historia sobre la docencia rural. Gracias al testimonio de la directora de la Escuela de Yaquispampa, Silvina Velázquez, es que pudimos poner en palabras lo que ella y el resto de sus colegas atraviesan para dar clases en los establecimientos perdidos en los Valles, en la inmensidad del paisaje. Hoy es el turno del director Guillermo Duarte, que tiene a cargo la Escuela de Molulo.
Antes de seguir me gustaría presumir que tuve la oportunidad de entrevistarme con un héroe de la educación. En mis once años de periodismo conocí poca gente que tenga tanto amor por su profesión, que viva y respire literalmente por sus alumnos de Molulo. De todas las escuelas rurales, la de Guillermo es la más completa en el sentido de conectividad, pues tienen internet y algunos dispositivo electrónico. Todo es gracias a él, pues siempre buscó mejorar la educación de los niños de esa zona.
El docente contó que llegó a ese establecimiento para reemplazar a la directora, en el 2015. Pero el reemplazo se fue haciendo cada vez más largo y así llegó al 2021. Guillermo forma equipo con otras dos docentes que lo acompañan en la educación de los niños. Entre los adultos reina un clima familiar, de armonía, puesto que de lo contrario «no podríamos llevar adelante las tareas que hacemos. La armonía es primordial en este tipo de trabajos», remarca el profesional de la educación.
Las adversidades no lo doblegan, por el contrario. Guillermo me contó que se vieron las caras con la muerte un par de veces, atravesó momentos en los que estaba convencido que se moría pero la gracia del destino le tendió una mano y lo ayudó a sortear esos momentos tan traumáticos. En este punto me quiero detener y recordar que en su momento Silvina me habló de la importancia de la fortaleza mental y espiritual, Guillermo Duarte me dijo lo mismo. Subir a dar clases en las escuelas rurales no es para cualquiera, no importa cuán preparado estés físicamente.
El director de la Escuela de Molulo es contador público, se recibió mientras estaba a cargo del establecimiento. «Siempre digo que la vocación es la amante de uno», me dice y se ríe, pues él sabe perfectamente que esa metáfora lo describe. Pudiendo trabajar en un estudio contable o en cualquier lugar sobre el asfalto, decidió aventurarse por los angostos caminos por La Quebrada, senderos en los que a veces ni siquiera caben los dos pies juntos.
- Arriesgó su vida muchas veces por ir a dar clases
- Si
- Tuvo miedo de morir, rezó para que alguien lo socorriera
- Si
- Tiene la posibilidad de quedarse en la ciudad y elige caminar más de doce horas para llegar a la escuela
-Si, lo haría mil veces más
Este fue un ida y vuelta que mantuve con el docente rural en donde me dejó bien en claro que su lugar en el mundo no está en la ciudad, sino con sus niños, con sus alumnos en Molulo. «Una vez que terminaba de dar clases me sacaba el uniforme y me ponía el uniforme de papá, porque son chicos que pasan 20 días lejos de sus casas, de sus padres. Fue muy difícil para mí acostumbrarme a esa dinámica, pero una vez que le agarré la mano todo fue más fácil para ellos y para mí», recuerda y los ojos se le ponen vidriosos.
El mayor reconocimiento
La tarea de Guillermo Duarte no pasó inadvertida para nadie. Sus ganas de darles lo mejor a sus alumnos lo llevó a ganar una de las máximas condecoraciones del país. Se trata del Premio Presidencia de la Nación 2016 al maestro de buen desempeño. «Fue una de experiencias más maravillosas de mi vida. Mi supervisora me anotó sin contarme nada», recuerda Guillermo y otra vez sus ojos demuestran la emoción que le genera hablar de ese momento.
«Cuando estaba bajando a Tilcara el celular me sonaba constantemente, pues es en esa zona donde ya tenemos señal. Un número con características de Buenos Aires me llamaba insistentemente y cuando decidí atender pensé que era una broma corté. Luego me llamó mi supervisora para contarme que me iban a llamar de Buenos Aires y me contó lo del premio», recordó el maestro rural. Los detalles, aquello que no contó quedará guardado en su corazón.
El director de la escuelita de Molulo contó que la posibilidad de tener internet se presentó gracias al trabajo conjunto con la Fundación Aprendiendo Bajo la Cruz del Sur. «Esta sería como la segunda parte, porque hace nueva años que llegó la primera conectividad a la escuela. Tenemos la antena justo al lado de la escuela en un predio y a veces era imposible hacer que apunte al satélite porque los vientos en esa zona son muy fuertes y dificultan más las cosas», explicó el docente.
El entusiasmo de Guillermo fue contagioso y así fue que un técnico le escribió para decirle que quería llevar equipos a la escuela para mejorar la señal. «Un hombre con mucha predisposición pero luego me di cuenta que no había dimensionado la travesía que le esperaba» recuerda y no puede evitar la sonrisa. De más está decir que el traslado se hizo a lomo de mula, más de doce horas tardaron en llegar con todos los equipos a cuestas.
Arriesgar todo por dar clases
Como buen docente rural sabe que este es sólo uno de los tantos obstáculos a los que se enfrenta pues llegar a la escuela es un peligro latente. El docente recordó uno de los momentos más duros que le tocó atravesar cuando estaba subiendo: «de pronto el cansancio fue tal que no me dejaba avanzar, comencé a sentirme realmente mal y me desmayé. Estuve tirado en un camino angosto por una hora, hasta que un grupo de turistas que recorrían la zona me encontraron. Tuve la suerte que en ese grupo venía un médico que me auxilió».
Las historias que tiene Guillermo Duarte para compartir son interminables, fuertes pero también esperanzadoras. Está claro que su amor a la educación rural está por encima de cualquier cosa, no importa si eso supone arriesgar su vida «elegiría la educación rural una y mil veces más», repite como un mantra.
Al terminar la entrevista reconoce que es difícil trabajar lejos de la familia, de los afectos. Si bien la escuela también es su familia, la soledad puede ser pesada para otras personas y vuelve a reconocer que hay que tener la cabeza bien fría, centrada para afrontar todo lo que significa ser un docente rural, aunque eso es algo que él no teme, pues nació para eso y vive para su profesión. Eligió ser maestro rural y cumplirá con ello hasta el último día de su vida.