El dos de noviembre del 2021, me reuní con Silvina Velázquez, directora de la escuela de Yaquispampa, para conocer un poco sobre su historia y las peripecias que atraviesa para llegar al establecimiento. De ese encuentro salió su eterno amor por el club River Plate y cómo la bandera de su equipo la acompaña cada vez que debe subir a dar clases.

Conmovida por su relato, me comuniqué con la gente del departamento de prensa de River, para que Silvina tuviera el reconocimiento que ella merece y por fortuna, tuve suerte. Desde el club de sus amores, se pusieron en contacto con esta redacción, nos solicitaron el teléfono de la docente y plasmaron su historia en la página oficial del club.

Les dejo la nota completa.

«La pasión se manifiesta de maneras tan diversas como singulares, y ese amor por los colores que se llevan en el alma a veces se convierte en un estímulo más, un combustible para encarar proezas cotidianas.

Es el caso de Silvana Velázquez, directora de la Escuela 219 de Yaquispampa. Para llegar allí, debe subir por Tilcara y caminar, caminar y caminar durante 18 horas, con vientos, lluvia, neblina y altura. Son 87 kilómetros y ascensos a más de 4200 metros sobre el nivel del mar, un esfuerzo que requiere fe, respeto a la Madre Tierra y, para Silvina, la ayuda extra del amor riverplatense.

“La bandera e River me acompaña siempre. La llevo en la espalda. River es mi pasión. Si bien no puedo hacer el seguimiento de cada partido porque en la escuela no tenemos ni internet ni señal de radio, cuando bajamos a la ciudad me entero de todo”, asegura esta maestra que tiene como ídolos a Marcelo Gallardo y a Enzo Francescoli.

Silvana tiene 55 años y se hizo de River gracias a uno de sus nueve hermanos. Ella les transmitió su pasión a su hija y a sus dos nietas. En un par de ocasiones, fue a la tribuna visitante de la cancha de Gimnasia y Esgrima de Jujuy a ver al equipo, pero su sueño es poder hacerlo algún día en el Monumental.

Por lo general, cuando sube, pasa 20 días en la escuela y luego 10 en la ciudad. Pero con la presencialidad recién recuperada, su última visita, a fines del 2021, se extendió por un mes.

“Cuanto más subo, más difícil se hace la travesía. La fe es fundamental para poder llegar. En un momento estás en el medio de la nada. Te podés perder y uno tiene que tener la mente fría, estar tranquila y no desesperarse. Si me pierdo sé que tengo que volver al inicio, y empezar de nuevo. Hay que tener fuerza física pero mucho más mental y espiritual. Y tenemos a nuestra madre tierra la Pachamama. Le pedimos permiso para recorrer esas tierras. Es el respeto a nuestra madre tierra”, remarca.

Si durante la caminata ocurren complicaciones como adversidades climáticas o algún animal peligroso Silvana mantiene la calma. “Ante la adversidad no me desespero. Hay que contar hasta 10 para que la cabeza no te juegue una mala pasada y tomar buenas decisiones”, aseguró.

Con 20 años de experiencia como docente rural, Silvana comenzó su carrera en una escuela de San Salvador de Jujuy. Luego quiso ir más allá de la ciudad y comenzó a dar clases en Pucho y Caspalá, otras dos escuelas rurales.

Actualmente, lleva adelante la educación de la escuela de Yaquispampa junto a otras valientes docentes como ella: Graciela Domínguez y Vicenta González.

“Somos tres docentes que vamos a la institución. Dios nos dio el don de ser madres y docentes, y tenemos ese amor a la familia, hacia los hijos. La mayoría de las mujeres podemos enfrentar los desafíos”, asegura.

En Yaquispampa, cuenta Silvana, viven 67 personas, unas 15 familias que se dedican a la agricultura y la cría de ovejas, cabras, vacunos, todo para sustento familiar, así como también trabajos artesanales en cuero con sombreros, cintos o cajas. En la escuela tienen todo: comida, horarios organizados y las clases. “Las niñas y los niños se sienten muy contentos en la institución. La escuela es el pulmón, es un lugar de encuentro”, afirma.

Hasta el 15 de diciembre Silvina estuvo allí en la escuela, sin conexión con el mundo exterior, dedicada exclusivamente a brindarles a las niñas y niños de Yaquispampa todo su amor por la educación, y también por los colores. Luego emprendió otra vez su larga caminata de regreso, desafiando la altura y a la naturaleza, empujada por la fe y la pasión y envuelta en su bandera. Al final de ese camino la aguardaba una noticia: su amado River era otra vez campeón.

“Cuando yo me fui en noviembre a la escuela ya sabía que seríamos campeones y al volver lo confirmé. Ya íbamos muy bien en el torneo y tenía mucha fe con sumar un campeonato más. Me puso muy feliz”, aseguró la docente desde San Salvador de Jujuy».